Chile aprueba la jornada laboral de 40 horas semanales

El Congreso de Chile aprobó el martes 9 de abril de 2024 reducir la jornada laboral semanal de 45 a 40 horas, convirtiendo a ese país en la nación de América Latina con la semana de trabajo más corta junto con Ecuador. La nueva ley reduce gradualmente las horas de trabajo en un plazo de cinco años. Ya en el 2005 se había aprobado una reducción en la jornada laboral de 48 a 45 horas semanales.

Al año de su aplicación se reducirá la jornada a 44 horas semanales. A los tres años el límite será de 42 horas y al cabo de un lustro se llegará a las 40 horas, que es el tiempo de trabajo recomendado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). La ley prevé la posibilidad de trabajar cuatro días y descansar tres (a diferencia de la legislación actual, que obliga a un mínimo de cinco días laborales), y también contempla la posibilidad de hacer un máximo de 5 horas extras por semana (hoy se pueden hacer hasta 12 horas extras por semana).

Tras esta aprobación, Chile queda en línea con la mayoría de los otros 38 países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) donde también está vigente la semana laboral de 40 horas. Las únicas excepciones son Australia, Bélgica, Dinamarca, Francia y Países Bajos, donde se trabaja menos de 40 horas, y Alemania, Colombia, Costa Rica, Irlanda, Israel, México, Reino Unido, Suiza y Turquía, donde se trabaja más.

Trabajar menos hora a la semana tiene beneficios importantes. Una menor jornada laboral para los trabajadores de un país, sumada a la generación de políticas de incentivo al buen uso del tiempo libre, puede tener efectos muy positivos en la salud mental y calidad de vida de las personas. Los detractores de esta reducción de horas de la jornada laboral arguyen que disminuir las horas laborales afectaría la productividad y la competitividad; y al mismo tiempo, reduciría el sentido de pertenencia de los colaboradores con su empresa y equipos de trabajo. Lo que afectaría directamente la cultura de la empresa y el desempeño en general.

 

La evidencia muestra que la reducción a 45 horas en el 2005 en Chile no hizo caer su productividad laboral. La productividad laboral es la relación entre los bienes o servicios producidos por un trabajador y los recursos que se han utilizado para obtener dicha producción. Se calcula como el valor agregado de la producción sobre las horas efectivamente trabajadas en un año. En la figura se muestra la evolución de la productividad laboral, medida en $ por hora trabajada, de Chile y Costa Rica. Chile trabaja menos horas y su productividad laboral ha crecido en promedio 2,8% real cada año desde 1991. La productividad laboral de Costa Rica ha crecido en promedio 2% real en igual período. Chile es más productivo que Costa Rica y trabaja menos horas a la semana.

 

En el 2022 la diferencia de productividad laboral, en términos reales, alcanzó un 18,2% a favor de Chile. Esa diferencia puede estar sesgada por la reducción de las horas trabajadas en Chile con relación a Costa Rica. Una nueva comparación, cuyo resultado no se vea influido por la menor horas trabajadas en Chile y considerando que el valor agregado no varía, arroja un incremento real de 10,8%. Esto significa que el valor agregado de la producción en Chile creció, en términos reales, mucho más rápido que la disminución de las horas trabajadas.

Cabe destacar que ni Chile ni Costa Rica están cerca de la productividad laboral promedio de la OCDE de $53,83 por hora trabajada en el 2022. El Banco Mundial publicó recientemente un análisis que sería importante considerar para incrementar sustancialmente la productividad laboral de estos países en desarrollo. El Banco Mundial recomendó reducir las brechas de conocimientos y habilidades ya que esto fortalecerá la productividad, la flexibilidad y la capacidad innovadora de la fuerza laboral. También apoyará el desarrollo de industrias modernas que ocupen intensamente a trabajadores altamente calificados, como las tecnologías de la información y la comunicación, así como industrias menos intensivas en habilidades como el turismo. Es muy necesario además impulsar la inversión para cerrar las brechas en cobertura y calidad de infraestructura física y digital, pues una infraestructura deficiente obstaculiza el crecimiento económico, exacerba la pobreza y la desigualdad y expone a algunos países a fenómenos naturales adversos. 

Sandro Zolezzi

Chileno-Costarricense. Ingeniero Civil-Industrial con énfasis en optimización de recursos de la Universidad de Chile, con una Maestría en Administración de Negocios con énfasis en economía y finanzas del INCAE Business School de Costa Rica.

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